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Un día, hace muchos años, al poco tiempo de comenzar a celebrar misa diariamente me sucedió que el Señor deseaba que yo me quedara un rato después de Misa, para orar frente a su sagrada presencia en el Tabernáculo. Yo dije, OK.
Al principio me sentía incómoda que otros que se habían quedado, notaran que yo estaba arrodillada allí. Pero luego, la presencia de Jesús se tornó fuerte, no sólo en la Sagrada Hostia que estaba escondida detrás de la puerta cerrada del Tabernáculo, sino en Espíritu frente al Tabernáculo. Cuidado, no soy vidente, pero lo que experimenté puede bien ser descrito como una intensa conciencia de que Jesús quiso mostrarme su Sagrado Corazón. Le "vi" abrir la túnica que cubría su pecho (me recordó a Superman desgarrándose su camisa). Yo esperaba ver una imagen de su Sagrado Corazón parecido al que los artistas han pintado en las estampitas sagradas.
Eso no es lo que vi. Era un corazón enorme, vivo, latiendo y bombeando. Un corazón humano "en llamas" con el resplandor de luz pura un "fuego" de amor tremendo, un amor poderoso y a menudo sufriente.
¡Qué sagrado es verdaderamente Su amor por ti y por todos! No tiene defecto o pecado. Es completo y absorbente. Sufre por nosotros cuando pecamos. Sufre con nosotros cuando somos heridos por los pecados de otros. Y es tan real como tu propio corazón latiendo.
Jesús no perdió su cuerpo humano cuando ascendió al cielo. El corazón en su cuerpo glorificado no dejó de existir. La razón de porqué la Iglesia nos da este día de fiesta especial conmemorando el Sagrado Corazón de Jesús - y la razón de porqué Jesús nos muestra Su corazón a nosotros - es porque simboliza Su amor, perforado por nosotros en la cruz, pero vivo por siempre, real e incondicional.
Los problemas y las oraciones no respondidas nos provocan dudas de la vivacidad del amor de Cristo. La incapacidad de SENTIR Su amor circulando entre nosotros parece probar que no siempre está allí. Nuestra indignidad parece probar que El no debería hacer que estuviera disponible para nosotros.
No obstante, estas dudas se desintegran cuando damos a OTROS el amor que buscamos del Señor, porque es al dar que recibimos, al hacer, que comprendemos, y al actuar, que nos damos cuenta de que es real. Dando Su amor sagrado a las personas a nuestro alrededor, nuestros corazones laten al unísono con Su Sagrado Corazón.
Así comprendemos lo que escuchamos en Dt 7, 6-11: El Señor ha puesto Su corazón en ti y te ha elegido."
TÚ fuiste elegido por Dios para ser amado y para amar a otros de Su parte. Recuerda esto: la misma duda que tú has sentido es lo mismo que otros están experimentando. ¿Quiénes en tu vida necesita pruebas de que Dios los ama? ¿Quién está de mal ánimo? ¿Quién necesita una palabra de aliento y esperanza amable, tranquila y afectuosa?
Ya que tú tienes dentro tuyo el Sagrado Corazón de Jesús, tú eres la prueba que necesitan de que el amor de Dios es real. ¡Dáselo y tú encontrarás la prueba que cure tus propias dudas!
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Reflexión de las Buenas Nuevas
Viernes de la 9na. Semana del Tiempo Ordinario
Junio 7, 2013
Solemnidad del Sacratísimo Corazón de Jesús
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html,
© 2012 por Terry A. Modica
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Las Bendiciones
"Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).
Bendíganse en todo momento,
al despedirse, al acostarse, al saludarse...
Vale la pena recuperar la bendición en la familia. "Que Dios te bendiga, hija. Que Dios te bendiga, hijo", Que Dios te bendiga mi nieta querida, Que Dios te bendiga Yerno, y mi Esposo adorado, que Dios te bendiga. Juntos, como familia, celebrar los dones que Dios nos da cada día. Bendecir los alimentos, bendecir la casa, bendecir el trabajo, es rogar juntos para que, todo lo bueno que Él nos da, nos fortalezca y nos haga vivir como hijos e hijas suyos. "Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).
"Dijo el Señor a Abram: Yo haré de ti una nación grande y te bendeciré. A Saray, tu mujer, yo la bendeciré y de ella suscitaré naciones" (Cfr. Gén 12,1-2; 17,15-16)
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Lecturas de Hoy:
Ezequiel 34, 11-16
Sal 23, 1-6
Romanos 5, 5b-11
Lucas 15, 3-7
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