Encierras un tesoro


Santiago "el grande", el apóstol de quien celebramos el día hoy, fue uno de los hijos de Zebedeo mencionado en la lectura del Evangelio de hoy (Mateo 20:20-28)

Santiago comenzó su camino cristiano como un joven muy impulsivo y centrado en sí mismo. Aún después de escuchar a Jesús pregonar sobre el amor incondicional, él le dijo a Jesús que destruyera todas los pueblos que los habían rechazado y a su ministro. 

Y aun después de escuchar a Jesús hablar de humildad, él fue capaz de pedirle a Jesús(a través de su madre) por un lugar de honor en el reino de Dios.

Santiago eventualmente desarrolló un verdadero entendimiento del mensaje de Cristo.

Nosotros somos todos vasos de barros -imperfectos, muy deformados por el mundo alrededor de nosotros, fácilmente quebrados, no muy hermosos - sin embargo sosteniendo un tesoro divino en el interior, como dice en la primera lectura (2 Cor. 4:7-15). El tesoro es el amor de Dios. Es un tesoro que está destinado a ser compartido. Aunque estamos astillados y agrietados, nosotros somos como la copa que sostiene la Preciosa Sangre de Cristo durante la comunión en misa, vertiendo a Cristo a los demás.

Ese tesoro es Dios mismo, y así nos hace santos aun cuando pecamos. A menos que nosotros deliberadamente rechacemos a Dios (pecado mortal), nosotros permanecemos esencialmente santos porque fuimos creados a su imagen y hemos sido bautizados a su semejanza. Nosotros no siempre actuamos como santos, pero siempre tenemos el Espíritu Santo en nosotros.

Tanto como nosotros actuemos como Jesús depende de cuánto le hemos permitido al Espíritu Santo purificar nuestras vidas.
El Señor nos da espacio para aprender de nuestros errores y arrepentirnos de nuestros pecados. 

 Él nos da oportunidad tras oportunidad para descubrir lo que estamos haciendo mal -no nos condena pero así es como aprendemos de esto. Arrepentimiento significa cambio. Lo que importa más de confesar nuestros pecados es el esfuerzo que ponemos en mejorar nuestro comportamiento después de que nos arrepentimos de nuestros pecados.

Si deseamos ser santos y nos mantenemos moviendo en la dirección correcta hacia la perfección, Dios está muy complacido con nosotros.
Mira que Jesús no condenó a Santiago y a Juan por querer los lugares de la gloria. Ni criticó las madres de ellos por querer que sus hijos tuvieran lo mejor. El reconoció el potencial de ellos y entendió que no podían ver la idea completa de lo que significa estar en la cima del reino de Dios.

Como vasijas de barros atendidas por las manos amorosas del Padre, nuestras grietas son sanadas a través de los sacramentos de la confesión, Eucaristía y la unción de los enfermos. Eventualmente, nos convertiremos en cáliz de oro, perfeccionados por el refinamiento del fuego del purgatorio donde los demonios y las tentaciones no pueden interferir con la purificación.

Cuando te enojas contigo mismo por fallar en ser santo y perfecto, recuerda a Santiago. De hecho pídele que rece por ti. Él sabe exactamente como ayudarte.
 

Reflexión de la Buena Nueva
Jueves de la 16va Semana del Tiempo Ordinario
Julio 25, 2013
Fiesta de Santiago

Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. USA. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2013. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2013 por Terry A. Módica
CONSAGRACION A NUESTRA MADRE MARIA
  
 "¡Oh Señora mía!
¡Oh Madre mía!
Yo me ofrezco enteramente a ti
y en prueba de mi filial afecto
te consagro en este día,
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón;
en una palabra, todo mi ser.
Ya que soy todo tuyo
Oh Madre de bondad,
guárdame y defiéndeme
como cosa y posesión tuya.

Amén".

Lecturas del día:
2 Cor 4:7-15
Salmo 126:1bc-6
Mateo 20:20-28