Compartiendo en la gloria y la gracia de María



 

María, la Santísima Madre de nuestro Salvador, vivió una vida llena de la gracia de Dios. Hoy celebramos el hecho de que ella nunca perdió la gracia y por lo tanto fue "puesta" o transferida directamente al cielo con un cuerpo glorificado.

María fue agraciada en una forma muy poderosa para que pudiera quedar embarazada de Jesús. Dios no puede morar en un cuerpo que ha sido corrompido por el pecado. Aunque Dios hoy en día es capaz de habitar en nosotros pecadores, es sólo por nuestros bautismos, los cuales María no tuvo la oportunidad de recibir. El bautismo nos libera del pecado de muerte original, producido por Adán y Eva. Gracias a Dios, María no necesitó el bautismo: Él la creó a través de una concepción inmaculada, es decir, ella fue concebida sin la herencia de corrupción de la humanidad.

María permaneció llena de esta gracia especial para que pudiera cuidar de Jesús y guiarlo mientras maduraba. Luego ella se valió de ésta gracia para cuidar de los primeros Cristianos, una continuación de su ministerio a Jesús. Y ella continúa este cuidado cariñoso, incluso ahora en su ministerio para con nosotros.
Por lo tanto, podemos pedirle a La Virgen María que comparta con nosotros la gracia que le ayudó a resistir el pecado.

Considera la gracia que está disponible en los Misterios Gloriosos del Rosario:
 El primero es la Resurrección de Jesús. Como lo dice en la segunda lectura de hoy: "Cristo ha resucitado de entre los muertos... Porque así como en Adán todos mueren, en Cristo todos recibirán la vida." Entramos en la vida de Cristo, no sólo por creer que Él murió para darnos vida, sino por imitarlo a permanecer en su vida.

El segundo Misterio Glorioso es la Ascensión de Jesús. Como dice en Apocalipsis 12:1-10: "Su hijo fue elevado hasta Dios y hasta su trono... Ahora que la salvación y el poder vengan... y la autoridad de Cristo, el Ungido." Aun cuando el niño Jesús respetaba la autoridad de María como madre, ella se entregó libremente a su autoridad desde el momento en que ella dijo "sí, que se haga en mí como el Padre quiere". Cuanto más dejamos que Jesús tenga autoridad en nuestras vidas, más gracia recibimos.

El Tercer Misterio Glorioso es la Venida del Espíritu Santo. Como dice en Lucas 1:39-56, "Isabel se llenó del Espíritu Santo y exclamó... "Bendita tú eres entre las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre." Es sólo a través del Espíritu Santo que somos capaces de tomar conciencia de la presencia y bendiciones y la gracia de Cristo en nuestras vidas.

El cuarto Misterio Glorioso es la Asunción de María al Cielo. Como dice en Apocalipsis 12:1-10, "Una gran señal apareció en el cielo, una mujer revestida del sol, con la luna bajo sus pies." María es nuestra señal de lo que ser un cristiano santo - un cristiano lleno de gracia - realmente significa.

El Quinto Misterio Glorioso es la Coronación de María como Nuestra Reina. Desde el momento de su "sí" en la Anunciación, el Espíritu Santo ha sido su Cónyuge, así que por supuesto que ella es la Reina del Universo. Como dice en el Salmo 45:10-16, "La reina está a tu mano derecha, vestida de oro." Como nuestra reina, ella intercede por nosotros ante el Rey. A partir de esto, fluye mucha gracia. 

Reflexión de la Buena Nueva
Jueves de la 19va Semana en el Tiempo Ordinario
Agosto 15, 2013
Solemnidad de la Asunción de la Sagrada Virgen María

Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. USA. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2013. Para obtener permiso para re enviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2013 por Terry A. Módica
  
 
MARIA MADRE DE DIOS Y MADRE NUESTRA.

  

¡Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida y dulzura y esperanza nuestra!
Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos gimiendo y llorando en este
valle de lágrimas.
¡Ea, pues, Señora, abogada nuestra!
Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos.
Y después de este destierro, muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡O clemente, O piadosa, O dulce Virgen María!
Ruega por nosotros santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas
de Nuestro Señor Jesucristo.

Amén.
Lecturas del día:
Apocalipsis 11:19a;12:1-6a, 10ab
Salmos 45:10-12,16
1 Corintios 15:20-27
Lucas 1:39-56