La cara de la justicia del amor



A veces hacemos todo lo posible por ser buenos Cristianos que nos centramos en la parte misericordiosa del amor y descuidamos el otro lado del amor: la justicia. Como seguidores de Cristo, debemos amar a nuestros enemigos, pero también hay que dejar que ellos cosechen lo que siembran, ya que ésta es la forma en que Dios ayuda a las personas a descubrir su amor.
Debemos perdonar constantemente a aquellos que pecan contra nosotros en repetidas ocasiones, pero también hay que hablar y pedirles que no pequen mas.

Dios establece límites en el amor para todo el mundo que está involucrado en cualquier dificultad. La justicia es la consecuencia de la violación de un límite. En la primera lectura de hoy vemos esto en acción. Anteriormente, Moisés había cruzado la línea al no ser un buen ejemplo para las personas que observaron y aprendieron de él. Ahora, Dios no le permitió conducir al pueblo hasta llegar a la Tierra Prometida.

En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús describe cómo proteger los límites:

1. La palabra no: Cuando alguien peca contra ti, dile con suavidad pero con firmeza, que no está correcto. Por misericordia, perdonamos y damos a la gente una segunda oportunidad. Pero si eso no detiene el pecado, tenemos que decir un fuerte “¡no!” trayendo apoyo de aquellos quienes pueden comprobar que el pecador se comporta de forma dañina y que debe parar. Una vez más, nosotros misericordiosamente dejamos a un lado el pasado y esperamos lo mejor. Y si eso también falla, debemos respaldar nuestro “¡no!” con la ayuda de la comunidad de la Iglesia.

Entonces, si el abuso continúa, debemos proteger a las víctimas tratando al pecador como “un Gentil o un publicano”, es decir, que no es miembro de la Iglesia, lo que significa que es hora de traer a las autoridades civiles (si el pecado es una actividad ilegal) y terminar la influencia del pecador para con nosotros. Nunca terminamos el amor, sino que debemos tratar a esa persona como un extraño. Es el límite de: “No, debes enfrentar las consecuencias de estar separado de mí hasta que te hayas arrepentido con sinceridad.”

2. Atar y desatar: Atar lo que necesita ser atado, y dejar ir lo que tiene que irse. En otras palabras, la “Oración de la Serenidad”: Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar (es decir, alejándote del dominio que el pecado ha tenido en ti, dejando de lado tu deseo de cambiar al pecador), el valor para cambiar las cosas que puedo (es decir, atar la situación al poder de Dios y tu voluntad de trabajar duro para ayudar), y la sabiduría para reconocer la diferencia.

3. Apoyo: No aguantarlo solo. Al querer evitar el pecado del chisme, tendemos a compartir muy poco con los demás. Sin embargo, Jesús nos dice que experimentamos su cercanía y el poder del Padre, cuando estamos en el apoyo de amigos en oración. Vamos a encontrar a dos o tres compañeros Cristianos que entiendan los problemas y quienes amen al pecador mientras rezan por él o ella para su arrepentimiento. Su ayuda afirma que estamos haciendo lo que es justo y necesario, sin ellos nos volvemos vulnerables y sucumbimos a la duda acerca de nosotros mismos y de nuestra misión de ayudar al pecador a alcanzar la conversión.

Dios ya ha establecido límites de protección contra el mal a través de sus mandamientos. Tú y yo somos llamados a estar con Él en el lado sagrado de la línea y que sea claramente visible para aquellos que no lo ven o no quieren verlo. Esto es muy importante para llevar el amor de Dios más plenamente al mundo.

© 2013 por Terry A. Modica
 Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org , registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2013. Para obtener permiso para reenviar este o imprimirlo o copiarlo, vaya a Derechos de autor
© 2013 por Terry A. Modica
 

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