El propietario de la tierra que Jesús describe en el evangelio de hoy nos parece tan injusto hoy como le pareció a los judíos quienes escucharon esta parábola primero. Nosotros podemos entender mejor el punto de vista que Jesús está haciendo si pensamos en eso en término de la paternidad.
Dios el Padre es como el dueño de una granja quien la da a todos por igual, sin importar cuánto tiempo cada uno ha trabajado en este servicio. Ya que no podemos ganar el camino hacia el cielo, la igualdad de beneficios no es una injusticia para aquellos quienes trabajaron por su reino toda la vida.
En cambio, Dios nos ha dado un amor completo y perfecto desde el momento de nuestra concepción en el útero de nuestra madre. Aunque estamos conscientes de su bondad más pronto que aquellos que sólo descubren una relación con él en el último minuto (y éste es un beneficio que nosotros disfrutamos y ellos lo pierden), él los ha estado amando desde el momento de su concepción también. Él no puede hacer menos.
A temprana edad, nosotros aprendimos que podíamos tener más aprobación del papá o la mamá si sacamos mejores notas en las calificaciones o más trofeos en los deportes que nuestros hermanos. Tal competencia nos afecta después cuando crecemos. Cuando Dios nos bendice, pensamos: "me lo gané!"
Y cuando no nos sentimos bendecidos porque malas cosas nos pasan, pensamos: "no estoy seguro si Dios me ama tanto como ama a otros". ¿Por qué? Porque yo tengo que ganar la aprobación de Dios y no importa que tan duro yo trate, "yo no soy suficientemente bueno" y pensamos también, "Mi oración no ha sido respondida todavía porque yo no he hecho suficientes rosarios".
Pero nada de eso es necesario con Dios. Dios es tan generoso en su amor que no tenemos que hacer nada para recibir las bendiciones de él. Bueno, actualmente, hay algo que tenemos que hacer: debemos acercarnos al dueño de la granja con nuestras manos abiertas.
En la viña de Dios, el último es puesto primero, porque el que es último es el que no está compitiendo con otros para ganar la primera posición. Esta es la persona que sabe que el amor de Dios está siempre disponible porque Dios ES amor. Nosotros no tenemos que subir una escalera de logros para ir al cielo; nosotros estamos instantáneamente en el tope del peldaño en el momento que descubrimos que Dios ya nos ama completamente. La única razón por la que le servimos y trabajamos duro para él, dándole lo mejor de nosotros, sin deseo de ser mediocre, es simplemente porque nosotros lo amamos mucho.
Lo que pasa después, es tremendo, es santo. Nosotros perdemos el egoísmo que nos previene de poner a los otros primero. Encontramos alegría ayudando a nuestros hermanos y hermanas a recibir la asistencia del Padre antes que nosotros, felizmente rezamos por ellos más de lo que rezamos por nosotros mismos. Y nos emocionamos cuando el "perezoso" en la familia, aquellos quiénes han estado rebeldes en contra de Dios toda sus vidas, finalmente, se unen a la vida Cristiana y se benefician del amor de Dios tanto como nosotros lo hacemos.
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Miércoles de la Vigésima Semana del Tiempo Ordinario
Agosto 21, 2013
NOTA DE PUNTADAS DE FAMILIA
Puede pensarse que no es necesario hacer nada, que basta con que Dios nos ame para merecerlo todo o que basta amar a Dios para merecerlo todo.
Sin embargo, Jesús nos dice que "el que HACE LA VOLUNTAD DE DIOS es su hermano y por lo tanto, hijo de Dios"
Así que es necesario HACER también.
El rezar, el agradecer a Dios, el servir a otros tanto como a uno mismo, es decir, como si lo hiciéramos a nosotros mismos, es parte de lo que significa hacer la voluntad de Dios.
"Amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a uno mismo"
Anteponer a Dios y a los demás a nosotros mismos es vencer el egoísmo natural que poseemos por el pecado original. Pero no se puede vencer por sí sólo si no pedimos la ayuda divina através de Jesús, la Virgen, los ángeles, los santos. Y es ahí donde muchos fallamos: no basta servir, si nos olvidamos de orar.
En tiempos de Jesús, todo ésto era nuevo.
En la actualidad, ya nos la sabemos:
Oramos, servimos, nos formamos en la fila, sabemos que nos van a pagar lo mismo que a los otros y nos conformamos, pero ¿realmente nace nuestro servicio del amor a Dios y a los hombres? Esa sería la pregunta.
¿Cómo puedo lograr ésa conformidad a la Voluntad de Dios? Sólo hay un camino: la oración, el diálogo con Dios como lo tenía Cristo, como lo han tenido tantos santos.
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2013.
© 2013 por Terry A. Modica
|