Cargando el pasado


Dos hombres iban caminando por el campo, al acercarse a un río se encontraron con una mujer que quería cruzar al otro lado, pero que no sabía como hacerlo, ya que no había ningún puente. El primer hombre se ofreció amablemente: –Si quieres podemos llevarte en brazos hasta el otro lado del río; y ella aceptó agradecida su ayuda.

Así que los dos hombres entrelazaron sus manos, la levantaron y la llevaron hasta el otro lado del río. Después de seguir sus caminos, uno de ellos de pronto se quejó amargamente; –¡Mira mi ropa! –dijo. –Está toda sucia de barro por haber cruzado a esa mujer, la espalda me duele y me siento muy cansado.

El otro hombre simplemente sonrió y asintió con su cabeza. Más adelante, el segundo hombre se quejó nuevamente, ya no puedo seguir adelante, me duele todo, todavía siento el esfuerzo, dijo.

El primer hombre miró a su compañero, que ya estaba en el suelo quejándose y le dijo: –¿Te has preguntado por qué yo no me estoy quejando?, te lo diré: La espalda te duele, porque todavía estás llevando a la mujer en tus brazos, pero yo la bajé apenas cruzamos el río.

Así es como somos nosotros. Llevamos las cargas del pasado sobre nuestros hombros. Ponemos una caja llena de odios, frustraciones, resentimientos, envidias, celos y muchísimas cosas más que, con el pasar de los años, se hace más pesada, hasta que un día, como el hombre de la historia, nos duele hasta el alma por el tremendo esfuerzo.

 Jesús te dice:


«Ustedes viven siempre angustiados y preocupados. Vengan a mi, y yo los haré descansar» Mateo: 11:28

El pasado puede ser una carga tan pesada que llega a ser insoportable su peso. El dolor de la ausencia y el amor no correspondido también es una carga demasiado pesada.

Jesús nos invita a depositar nuestra carga para poder seguir ligeros nuestro camino, nos dice además cómo hacerlo.
Por increíble que nos parezca, nos acostumbramos a nuestras ataduras, tenemos miedo a soltarnos de nuestras costumbres, de nuestros temores, de nuestros amores porque sin ellos pensamos morir.

Y de alguna manera, ésto es cierto.
Aunque sepamos que nos hacen daño, aunque sepamos que no debemos hacerlo, nos es imposible el dejarlos En la historia el monje le dice al otro lo que le sucede, pero no le dice cómo dejar de hacerlo.

Esa es la diferencia entre Cristo y los falsos profetas. Cristo nos muestra el camino y lo anda con nosotros.
Seguramente el cargar a la mujer es pesado, pero el otro hombre, a pesar de darse cuenta de lo que sucedía, de que su amigo seguía con la carga, no le dice nada. Es má, sonríe cuando se queja la primera vez;
Jesús te indica siempre que algo no anda bien, no espera a verte sufrir y verte desfallecer.
Lecturas de hoy
san Pablo a los Efesios (4,1-7.11-13)
Sal 18,2-3.4-5 
san Mateo (9,9-13)