Reconciliando todo a través de la cruz



La primera lectura de hoy contiene un verso que no parece ser verdad: A través de Jesús, Dios el Padre ha reconciliado todo - TODO! - aquí en la tierra como en el cielo, trayendo paz a través de la sangre de la cruz de Cristo. Entonces por qué todavía hay maldad en el mundo, y en mi vida, y en la tuya? Por qué todavía tenemos relaciones rotas? Por qué hay guerras de rabia en el mundo, en nuestras casas, en los lugares de trabajo y es más, en nuestras parroquias?

La respuesta es: Dios no hace paz por nosotros, pero en nosotros. Tenemos que estar involucrados en el proceso de reconciliación. Tenemos que cooperar con su trabajo de hacer-paz. No podemos ser Cristianos perezosos, descuidando el sacramento de la Reconciliación y comportándonos como bebés esperando que Dios chasquee su majestuosos dedos para acabar con lo malo por nosotros. Su pacto con nosotros ha sido siempre una sociedad y siempre lo será.

Entonces, cómo nosotros cooperamos con su hacer-paz? Santificando todo lo que hacemos y cada relación que tenemos! Santificar algo significa hacerlo santo, purgándolo de sus impurezas.

Cada vez que ofrecemos nuestras tareas diarias para la gloria de Dios en vez de quejarnos de ellas, haciendo el trabajo como un regalo cariñoso para él, santificamos nuestros trabajos. Esto reconcilia nuestro trabajo en la tierra con el trabajo del cielo.

Cuando nosotros honramos con nuestros labios en vez de jurar y decir malas palabras acerca de otros, santificamos nuestros labios, así reconciliamos nuestra voz con la voz de Cristo.

Cuando apreciamos nuestras relaciones humanas, santificándolas con amor incondicional y una abnegada preocupación, traemos la paz reconciliadora de Dios en esas relaciones. Sin embargo, ambas personas deben cooperar con el plan de Dios para que la reconciliación sea completa. Si traemos a Cristo y sus caminos a una relación problemática o un matrimonio acabándose, y la otra persona continua en pecado, la reconciliación no puede ser completa hasta el cielo. Por ahora nosotros estamos reconciliados únicamente con Dios - esto es muy sanador!

La paz y reconciliación, humanamente hablando, no son siempre posible aquí en la tierra. El objetivo más grande es obtener la paz de Cristo en nuestras almas reconciliándonos con el Padre cada vez que la perdemos, lo cual es siempre posible.

Cuando otros rechazan hacer parte del proceso de la reconciliación, nosotros solo podemos santificarnos escogiendo a Cristo sobre la relación rota. El amor por Cristo reemplaza la rabia hacia otros. La paz con Dios reemplaza nuestros deseos vivos por lo que no podemos tener aquí en la tierra. Tenemos tristeza por la persona rebelde y tristeza por su pérdida, pero no tenemos desesperación.

En la cruz, Jesús hizo posible que nosotros podamos reconciliar todo en nuestras vidas con Dios. Para vivir en paz, debemos mantener nuestros ojos en él y no en el daño que el mal ha hecho.



Reflexiónes de las Buenas Nuevas
Viernes de la Vigésima Segunda Semana del Tiempo Ordinario
Septiembre 6, 2013


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html,
© 2013 por Terry A. Modica
 
Lecturas de hoy:  
Colosenses 1:15-20
Salmo 100:1b-5
Lucas 5:33-39