Palmeras, flores, hiedra venenosa y lo que nos dicen sobre el cielo
Querido Amigo,
Esta semana, estuve trabajando en la jardinería de mi nueva casa. Pueden creerlo: ¡en un mes Ralph y yo estaremos celebrando el primer aniversario de vivir en nuestro nuevo hogar! Aún estamos trabajando en ello. No podíamos lograr tener todos los proyectos terminados mientras estaba en construcción. Uno de los proyectos atrasados era el paisaje. Dado que la casa está ubicada en medio de dos acres de bosques, Dios ha sido nuestro paisajista, por así decirlo, ya que dejamos que la naturaleza creciera libremente. Pero un par de árboles cercanos a la casa, estaban echándose a perder desde el interior, y debimos ayudar a Dios trayendo unos expertos en árboles para que los bajaran y los cortaran.
¡¿No es esa una buena metáfora para nosotros, llamados Cristianos?!
En realidad, oré por uno de los árboles, dado que se veía tan hermoso desde las ventanas del comedor. Pero Dios no sanó al árbol. Me imaginé que si Jesús maldijo una higuera e hizo que se marchitara, Jesús podía bendecir mi palmera y evitar que se marchitara. Pero epa, con tristeza oí al profesional decir que no podía ser salvado. Lo contraté para que lo cortara. Y luego brotó en mi cabeza una idea encantadora: reemplazarlo por tres árboles de Ave del Paraíso. Si, eso sería hermoso de ver desde el comedor.
¿Cómo es ésto una metáfora de nuestro llamado? Bien, ¿con qué frecuencia esperamos que Dios nos arregle todo mientras que El espera que nos involucremos como parte de su equipo? ¡Con demasiada frecuencia! Dios es nuestra ayuda, porque se preocupa por nosotros y desea ayudar, más de lo que nosotros deseamos ser ayudados por El. No obstante, El también desea ayuda de nosotros. El, ciertamente, no necesita de nosotros, pero lo desea, y desea que nos asociemos a El. Y ese es el trato – el pacto – que hizo con nosotros cuando expulsó a Adán y a Eva del paraíso. Es el trato que Jesús completó perfectamente cuando El se unió a nuestra humanid ad. Y es el trato que todos estamos llamados a respetar cuando seguimos a Cristo.
Unos días atrás, Ralph y yo estábamos sorbiendo el café matinal en nuestro balcón, discutiendo las escrituras sobre la vida después de la muerte. Más tarde estuve leyendo el Evangelio de Lucas con un ojo hacia el cielo, encontrando nuevas claves sobre el paraíso que no había notado antes. El Evangelio del sábado pasado había sido la parábola de los talentos (Mt 25, 14-30). ¿Lo recuerdan? "Un hombre que se va de viaje, llamó a sus sirvientes y les encargó sus posesiones. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; al tercero, uno – según las habilidades de cada uno." Los dos sirvientes que invirtieron lo que les fue dado fueron recompensados, "Dado que fueron fieles en lo poco, les daré mayores responsabilidades."
Y yo le dije a Ralph, "¿Quién quiere más responsabilidades? ¿No estamos lo suficientemente ocupados ya?" Bromeamos sobre ello, y exploramos la idea de que ésto era realmente una lección sobre la vida después de la muerte, como muchas otras parábolas de Jesús. Esta explica porqué creemos que los Santos en el cielo tienen especialidades; por qué uno es el santo patrono de la sanación de cáncer y otro es el santo patrono de los maestros, y otro tipo es el santo patrono de ---. ¿Con qué necesitas ayuda? ¡Hay un santo patrono para ello! ¿Por qué? Porque de la forma que estas personas hayan invertido sus dones y talentos y recursos mientras vivieron en la tierra, para el bien del Reino de Dios, se convirtieron en expertos en ello cuando llegaron al cielo. Les fueron dadas mayores responsabili dades que las que tuvieron en la tierra, porque ahora, hay millones de personas en el mundo que necesitan su ayuda.
Este concepto hizo surgir la siguiente pregunta: ¿Qué estamos haciendo en la tierra que es una buena inversión de lo que Dios nos ha dado? Cuando hacemos aquello para lo que El nos diseñó, nos sentimos satisfechos. Es divertido, es disfrutable, e incluso nos sentimos bien haciéndolo durante las situaciones difíciles que acarrean. Por lo tanto, el cielo va a ser muy divertido, muy disfrutable, muy satisfactorio, porque Dios ¡nos recompensará con más responsabilidades usando los mismos talentos! ¡Pero sin los sacrificios – hurra!
Y esto es lo que significa ser los ayudantes de Dios. ¿Estás haciendo ahora lo que te gustaría hacer aún más en el cielo?
Actualmente, Ralph y yo estamos asistiendo a Dios con el paisaje en nuestra casa, agregándole canteros florales y cortando el pasto y otras malezas. Ahora podemos caminar hasta una pequeña ensenada cerca del límite de nuestro terreno. Oh, pero hay hiedra venenosa trepando desde el borde del terreno, a lo largo del camino (me pasé las dos semanas anteriores recuperándome de su veneno).
No entiendo por qué Dios pensó que esa planta sería una buena invención, pero Ralph y yo vamos a ayudarlo a deshacerse de ella en nuestro patio, así nosotros y mis padres podemos disfrutar más viviendo en la naturaleza, y también otras personas que nos visiten en una especie de retiro-descanso y que caminen por el terreno, conectándose con Dios a través de la belleza de las flores y la pequeña ensenada y los saludables árboles.
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