¿Cuán fuerte es tu fe?



No la midas por lo rápido que tus oraciones son respondidas. Con frecuencia asumimos que "Yo no obtuve la ayuda por la que recé porque no tengo suficiente fe. Si hubiera rezado más fervorosamente, Dios me habría dado lo que le había pedido y todo hubiera terminado mejor" o "yo no puedo oír a Dios, no puedo estar seguro de qué me está diciendo, porque mi fe es débil y por eso es que mi vida no marcha sin sobresaltos como debería marchar."

No, nuestra escucha puede ser débil o nuestra habilidad para confiar en lo que el Señor está diciendo o haciendo puede no ser tan fuerte como debería ser, pero la fe no se mide según lo fácil que se resuelvan los problemas. La fe se mide, como lo dice Jesús en la lectura del Evangelio de hoy, por nuestra perseverancia.

Hoy Dios me demostró esta lección a través de una lagartija. Mientras conducía al trabajo, una pequeña lagartija saltó a la ventanilla del lado del pasajero, agarrándose por su vida. Probablemente había venido de mi jardín, pero ahora iba a estar en otro lugar donde no había estado nunca antes. A medida que íbamos por la autopista, el viento fácilmente podría haberla arrancado de su lugar, arrojándola a la carretera y donde sería aplastada por el tráfico. "¡aguanta, pequeña lagartija!" le dije, recordando que Dios me ha dicho lo mismo (más o menos) a mí muchas veces.

Su cabeza y su cola estaban cediendo contra la fuerza del viento, pero la lagartija siguió agarrándose del vidrio con sus patas con ventosas. "¡No trates de encontrar una salida de este lío!" le dije, sabiendo que si soltaba aunque fuera uno de sus deditos podría convertirse en un desastre.

¿Qué estás dispuesto a soportar por el reino de Dios? ¿Puedes aguantar un poco más y perseverar confiando en la fuerza de Jesús cuando no te sientas suficientemente fuerte para mantenerte en el camino?

Dios me ha dado buenas noticias para darte: la lagartija llegó sana y salva a su destino, el cual se convirtió en su nuevo hogar ahora. Dios quiere que sepas que tú también, llegarás sano y salvo dondequiera que Él te está llevando, sólo si aguantas un poco más. 

Él te está llevando a una misión -Su misión. ¿Cuánta persecución estás dispuesto a soportar por tu fe? ¿Estás dispuesto a arriesgarte a perder tu trabajo cuando se te pida hacer algo que no es ético? ¿Cuánto dolor de tu familia estás dispuesto a tolerar (sin renegar) cuando ellos te critiquen por ir a Misa durante una reunión familiar? ¿Qué tan enamorado estás de Jesús en la Eucaristía cuando estás tentado de dejar la Iglesia porque los sacerdotes u otros líderes de la Iglesia causan daño y no llegan intervenciones sanadoras?

Si dejamos que los problemas, las injusticias y persecuciones, nos hagan perder el sostén, le hemos dado el control de nuestras vidas al soplo de los vientos del mundo. Una fe fuerte es una determinación a ser santos y continuar la misión de Cristo a pesar de las reacciones de otros. La determinación nos da la resistencia y el coraje para poner nuestra fe en acción sin importar los obstáculos. Una fe fuerte va más allá de la razón, más allá del sentido común, más allá de la comodidad, más allá de la sabiduría humana, más allá del instinto natural de buscar venganza por las injusticias o de abandonar. Y esta es la clase de fe que nos da paz aún mientras estamos esperando que nuestras oraciones hagan una diferencia. 

Si tu fe no es así de fuerte, vuélvete al Espíritu Santo y hazlo tú más cercano aliado y apoyo. Pide perseverancia sobrenatural. La fe es un regalo del Espíritu Santo (ver 1 Cor. 12,9). Dado que el Espíritu de Dios mora en nosotros, tenemos toda la fe que Jesús tiene. Ahora, ¡eso es una poderosa y fuerte ventosa para nuestros deditos!

Reflexiones de las Buenas Nuevas
Miércoles de la 34ª Semana del Tiempo Ordinario
Noviembre 27, 2013


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva,http://www.gnm.org/ReflexionesDiarias/index2.html?Wed.htm

© 2013 por Terry A. Modica







 
Las Bendiciones


"Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).

Bendíganse en todo momento, al despedirse, al acostarse, al saludarse...

Vale la pena recuperar la bendición en la familia. "Que Dios te bendiga, hija. Que Dios te bendiga, hijo", Que Dios te bendiga mi nieta querida, Que Dios te  bendiga Yerno, y mi Esposo adorado, que Dios te bendiga.     Juntos, como familia, celebrar los dones que Dios nos da cada día. Bendecir los alimentos, bendecir la casa, bendecir el trabajo, es rogar juntos para que, todo lo bueno que Él nos da, nos fortalezca y nos haga vivir como hijos e hijas suyos. 
"Bendigan, porque ustedes mismos están llamados a heredar una bendición" (1 Pe 3,9).

"Dijo el Señor a Abram: Yo haré de ti una nación grande y te bendeciré. A Saray, tu mujer, yo la bendeciré y de ella suscitaré naciones" (Cfr. Gén 12,1-2; 17,15-16)   
Lecturas del Día:

Daniel 5:1-6, 13-14, 16-17, 23-28
Daniel 3: (59b) 62-67
Lucas 21:12-19