Viviendo en el aquí y ahora



  En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús y los discípulos discuten el Día del Juicio Final. Para el mundo, esto va a parecer como el desastre final. Pero si rechazamos pertenecer a este mundo, porque pertenecemos al reino de Dios, para nosotros el Día del Juicio significará oír a Dios decir, "¡bien hecho, servidor bueno y fiel! ¡Ahora estás totalmente libre del mal!"  


Pertenecer al reino de Dios es contracultural. Para escapar del Juicio Final, no sólo tenemos que creer en Jesús, sino que también tenemos que ser como Jesús. Y esto significa alejarnos de cada comportamiento mundano que no es a la manera de Cristo (el relativismo moral es un ejemplo de cuán mundanos nos hemos hecho los Cristianos; Cristo enseñó moral irrefutable, pero hemos aceptado la idea de que cada uno puede decidir qué es pecado y qué no.)

  El fin del mundo nos fascina. Las películas de Hollywood acerca de esto son éxitos de taquillas. Las novelas cristianas acerca de esto están en el número uno de las ventas. Las predicciones de Nostradamus son más populares que nunca, y los adivinos que hablan acerca de esto atraen muchos seguidores. Los desastres naturales son declarados como castigos contra los pecadores, por cristianos que están buscando signos de que Jesús está viniendo a rescatarlos de estos pecadores.

¿Por qué toda esta fascinación con el fin del mundo? Es porque queremos que Jesús (si no superhéroes y extraterrestres) nos rescate del mal. Sin embargo,deberíamos estar más interesados en diferenciarnos del mundo que en ver el fin del mundo, porque esto es lo que pone fin al mal ahora. Deberíamos estar más interesados en qué podemos hacer por Cristo en el presente que lo que Él pueda hacer por nosotros en el futuro.

Es en el aquí y ahora que hacemos una diferencia. En vez de decirles a los demás que serán castigados en el inminente final, deberíamos extender más el amor de Cristo aquí y ahora para poner fuertes cimientos para un mejor futuro.

Cuando los discípulos pidieron datos sobre el momento del desastre que Jesús describió, les advirtió que fueran cuidadosos para no caer en equivocaciones. Él sabía que enfocarse en el futuro puede fácilmente causar malas interpretaciones y predicciones erróneas.

Jesús no estaba siendo un adivino cuando advirtió que el santo templo se vendría abajo. Estaba hablando acerca del aquí y el ahora de su relación con los  discípulos. El Mesías había venido y por lo tanto el templo de piedra ya no era más necesario.

Sus palabras pueden aplicarse también a nuestro propio aquí y ahora: nuestros cuerpos que son templos del Espíritu Santo, morirán y decaerán, pero nuestro Mesías ha venido. Si lo seguimos, llegaremos al cielo. Nuestros templos de carne y sangre no pueden salvarnos; necesitamos al Mesías. Viviendo en Él y a través de Él hoy, asegurará nuestro futuro en el reino de Dios, aunque la Segunda Venida de Cristo no ocurra durante nuestra vida.

Mientras tanto, cuando las plagas de los sufrimientos infecten nuestras vidas, o cuando la escasez nos torne hambrientos de cualquier cosa que nos haga falta, o cuando terremotos como la pérdida de un trabajo o la muerte de un ser querido sacudan nuestro mundo, nos consolamos recordando que esto es normal para este mundo y que no pertenecemos a este mundo. Trabajamos para hacer del mundo un mejor lugar, pero no vivimos con miedo ni esperando que Jesús haga el trabajo sin nosotros.

Aun cuando parezca que nuestros problemas terminarán definitivamente con lo que ha sido bueno para nosotros, los terribles presagios no deben consternarnos. ¡Nuestro Mesías está con nosotros! Así que mantén tus ojos en Jesús, aquí y ahora.

 
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Martes de la 34ª Semana del Tiempo Ordinario
Noviembre 26, 2013


Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Modica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html
© 2013 por Terry A. Modica

Ofrecimiento a la Santísima Virgen

¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre Mía Yo me ofrezco enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto te consagro en este día, mis ojos, mis oidos, mi lengua, mi corazón; en una palabra todo mi ser. Ya que soy todo tuyo Oh Madre de bondad, guardame  y defiéndeme  como pertenencia y posesión tuya. Amén.



Lecturas de hoy:
Daniel 2:31-45
Daniel 3:57. 58. 59. 60. 61
Lucas 21:5-11