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Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón
La ley del Señor es perfecta
y es descanso del alma;
el precepto del Señor es fiel
e instruye al ignorante.
Los mandatos del Señor son rectos
y alegran el corazón;
la norma del Señor es límpida
y da luz a los ojos.
La voluntad del Señor es pura
y eternamente estable;
los mandamientos del Señor son verdaderos
y enteramente justos.
Que te agraden las palabras de mi boca,
y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón,
Señor, roca mía, redentor mío.
La reflexión de hoy me llena un poco de tristeza y de gozo.
De gozo, porque he sido como el padre del muchacho que nos muestra el Evangelio de hoy y le he dicho a Jesús: "Tengo fé, pero dudo. Ayúdame". Y Cristo através de su Madre, salvó a mi hijo de un accidente en el que pudo perder la vida por la manera en que quedó su auto y él salió sin un razguño.
Y también me llena de gozo, porque al igual que el muchacho he sido tocada por Cristo y levantada hasta poder ponerme de pie de nuevo cuando mi vida estaba deshecha y mi alma perdida en la oscuridad. Cristo me levantó después de sanarme.
En una reflexión que recibí, alguien preguntaba "Qué tan pequeño es tu Dios?" y decía que ella vió al suyo cuando hizo un ejercicio en el que metía a Dios en un cajón y lo veía crecer y expandirse, cubrir el universo entero y seguir expandiéndose. Yo puedo decir que Cristo me sanó, me sacó de la oscuridad, de la locura y desarticulación total y me puso de pie.
Yo puedo decir que Dios es muy grande, tan grande que no puedo siquiera imaginarlo; no puedo verlo como "algo" que se expande porque El es se hace tan pequeño como no puedo siquiera imaginar.
Jesús dice a sus discípulos cuando le preguntan porqué no pudieron sacar al "demonio" de dentro del muchacho: "Esos sólo salen con oración y ayuno".
Y es ahí en donde siento tristeza porque al igual que los discípulos no soy capaz de orar lo suficiente y de ayunar lo suficiente para poder extraer los "demonios" que impiden que mi familia quiera ir a misa, quiera conocer a Jesús en la Eucaristía, quiera ver todo lo maravilloso que es Dios al darnos todo lo que necesitamos y más.
Y espero. Le digo a Dios como el padre del muchacho: "Jesús creo en tí, pero dudo. Ayúdame"
Nos dice la carta de Santiago:
¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría. Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduria no viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica. Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males. La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.
Ayer nos preguntaba el sacerdote de la Capilla si había alguien perfecto y sólo un niño levantó la mano. El sacerdote se mofó un poco de él. Y agregó que Jesús nos dice que deberíamos ser perfectos como nuestro Padre.
Ceo que el niño tiene razón: él es perfecto, los imperfectos somos los que no lo comprendemos, los que lo enseñamos de una manera incorrecta, los que no le damos buen testimonio.
Señor:
Ayúdame a hacerlo, porque tengo muy poca constancia. Ayúdame a ser sabia como eres tú. Ayúdame a orar y ayunar, porque es algo que me cuesta mucho hacer.
Ayunar de maledicencia, ayunar de mal humor, ayunar de envidia. Amén.
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Lunes de la Séptima Semana del Tiempo Ordinario
Febrero 24, 2014
Reflexión realizada por Laura Aguilar para Puntadas católicas© 2014 |
Lecturas de hoy:
Santiago 3, 13-18
Salmo 19, 8-10.15
Marcos 9, 14-29
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