Cristo desea sanarnos y devolvernos el oido y la fluidez en la lengua como al sordomudo del evangelio de hoy. Cristo pone sus dedos en los oídos y con su saliva en la lengua lo sana.
Cristo quiere que dejemos de escuchar el ruido de los demás, el ruido del mundo que nos llama a hacer actos no propios, quiere que tengamos valor para resistir a tantas tentaciones que se nos presentan diariamente.
¿Cuántas veces no permitimos a nuestros hijos hacer actos ilegales como robarse la señal de internet del vecino y hasta nos alegramos porque nuestros hijos pueden disfrutar de un servicio que no podemos o no queremos pagar, sólo porque si otros lo hacen, yo también?
¿Cuántas veces nos permitimos no regresar algo que nos prestaron sólo porque lo necesitamos, aduciendo no tener tiempo para devolverlo de momento? Al fin que no se da cuenta que lo usé.
¿Cuántas veces acallamos la voz de Dios en nuestro interior porque no siempre nos es posible resistir al dolor en la cara de nuestros hijos o a sus llantos o caras tristes?
Yo recuerdo a mi madre llorar cuando perdía mi suéter en la escuela. Trataba de cuidarlo lo más posible, no me lo quitaba en todo el día para no perderlo. Cargaba mi mochila todo el tiempo para que no se me perdieran mis lápices y colores. Porque mi madre trabajaba muy duro.
Se levantaba a las 4 de la mañana para ira a la leche, a preparar el desayuno, a ponernos agua para bañarnos. Se iba a trabajar corriendo porque no alcanzaba para pagar el camión.
Regresaba caminando también, para sentarse cansada a seguir trabajando trabajo extra que le daban para la casa
Cuando terminaba, preparaba la comida del día siguiente. A mi madre le costaba mucho darme lo necesario para ir a la escuela. Nunca me faltó el uniforme, ni lápiz y cuadernos, libros y nada de lo que pedían para que pudiera estudiar.
Mi madre se quedaba dormitando en la silla mientras sus manos seguían armando collares. Muchas veces me ofrecí a ayudarle con su trabajo. Mi madre nos hacía nuestra ropa interior con telas de algodón porque no le alcanzaba para comprarnos. Calzábamos zapatos de plástico. Cuando entramos a un internado, nos compró de piel de los más económicos porque era parte de los requisitos. Yo procuraba cuidar mis zapatos para que no se me acabaran tan pronto.
Recuerdo a mi madre regañarme en la secundaria cuando no le dí su regalo de Dia de madres porque se lo quedó la maestra cuando fuí a revisarlo. Lo había tejido con mucho esmero, elegí sus colores preferidos con los que se veía más bonita.
Recuerdo a mi madre regañarme cuando no le dí su regalo de Navidad que había hecho durante dos meses, porque una persona mayor a la que le pedí me lo guardara para darle la sorpresa, se lo quedó para ella.
Recuerdo a mi madre regañarme cuando se quedó esperando su regalo de día de madres porque una maestra que se ofreció a ayudarme a forrarlos, se quedó con unos hermosos cojines que hice para mi mamá
Recuerdo una vez que mi hijo llevó de pequeño un lápiz que no era suyo, le pregunté de quien era. Me dijo que se lo habían regalado. Le dije que me dijera la verdad porque yo podía ir a preguntar a sus amiguitos si era verdad. Sólo esa vez llevó algo que no era suyo
Le grité que no quería que volviera a llevar nada de nadie a la casa, ni siquiera la basura del vecino porque costaba mucho comprarlo y sólo Dios sabe lo que le costarían las cosas a los papás de sus amiguitos.
Cristo suspirando, gritó al sordomudo tapándole los oídos y poniéndole saliva en la lengua: "Abrete"
A veces es necesario gritar un poco para acallar el ruido de los demás. Para que los hijos no sigan el ejemplo de amiguitos mayores o con más "pegue" o más simpatía.
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Viernes de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario
Febrero 14. 2014
En memoria de Santos Cirilo y Metodio
Esta reflexión fue realizada por Laura Aguilar para Puntadas católicas (c) 2014
© 2014 por Terry A. Módica