Nuestro objetivo como cristianos debería ser unirnos tan fuertemente a Cristo que las personas que toquen nuestras vidas sean sanadas por Él, porque estamos recubiertos por la capa de Su santidad. Usamos Su ropa de amor.
No estoy hablando de dar a otros un toque de Jesús. No, esto se trata de ser tocados por otros. La lectura del Evangelio de hoy dice que todos los que tocaron a Jesús fueron sanados.
¿Hay personas donde vives o trabajas o adoras, que están tratando de tocar a Jesús en ti? ¿Se lo estás permitiendo? ¿O hay algo en ti que bloquea su acercamiento? ¿Aparentas estar encerrado en tu propio mundo de intereses? ¿Temen que te enojes? ¿Los intimidas o les haces sentir inferior? ¿Estás distraído por tus propias actividades? ¿Tiendes a apartar a las personas porque temes ser herido?
(Algunas veces tenemos que poner límites para no ser tocados en forma equivocada. Si el toque de otra persona en tu vida es destructivo, esa persona no se sentirá bien a través tuyo, sin importar cuánto brille Jesús en ti. Dios se hará asequible a través de alguien más, de otra persona, no de ti.)
Cuando las personas nos encuentran, deberían también encontrar a Jesús y Su amor, Su sonrisa, Su alegría, Su paz, Su sanación, y todas las buenas noticias de la verdad del Evangelio. Si somos verdaderos cristianos, cuando las personas tocan nuestras vidas, tocan el borde del manto que Jesús usa.
Nunca sabes cómo sucederá. ¡Debes estár listo! Un día, en el estacionamiento de la iglesia, cuando mi esposo y yo salimos del auto, una extraña corrió hacia nosotros y dijo, "¡Denme un abrazo!" Así lo hicimos. Los dos le dimos un abrazo grande y cálido y yo dije "Jesús te ama". Ella respondió "¡Ya lo sé! Estuve en un accidente camino a casa desde la iglesia el domingo pasado. Un camión se estrelló contra mí. Podría haber sido terrible, ¡pero estoy bien!"
Luego agregó, "estuve en su clase cuando dieron la Conferencia Bíblica unos años atrás." Aparentemente, habíamos tocado su ser con el amor de Jesús, y ahora en agradecimiento por la protección que Dios le había dado, quería tocar la presencia de Jesús en nosotros otra vez. ¡Alabado sea Dios que no corrimos hacia la iglesia cuando ella vino hacia nosotros!
Tú también eres el borde del manto de Jesús. No temas las manos que vienen hacia ti. Asómbrate, alaba a Dios. Las personas que ven que tú amas a Jesús, instintivamente se dan cuenta que cuando te tocan a ti, lo tocan a Él - aún aquellos que parece que no quieren saber nada con Cristo y Su Iglesia.
Reflexiones de las Buenas Nuevas
Lunes de la Quinta Semana del Tiempo Ordinario
Febrero 10, 2014
En memoria de Santa Escolástica
Esta reflexión fue copiada con permiso de la autora, Terry Módica, y es utilizada bajo la responsabilidad de grupo católico Reflexiones para el Alma de Miami Fl. USA. Fue publicada por Ministerios de La Buena Nueva, http://gnm.org/ReflexionesDiarias/index.html, registrada en el registro de propiedad literaria (c) 2014.
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Lecturas de hoy:
1 Reyes 8, 1-7.9-13
Salmo 132, 6-10
Marcos 6, 53-56
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Santa Escolástica
Era hermana gemela de San Benito, el santo que fundó la primera comunidad religiosa de occidente. Nació el año 480, en Nursia, Italia.
Pocos días antes de la muerte de la santa fue su hermano a visitarla y después de haber pasado el día entero en charlas religiosas, el santo se despidió y se dispuso a volver al monasterio. Era el primer jueves de Cuaresma del año 547.
Escolástica le pidió a San Benito que se quedara aquella noche charlando con ella acerca del cielo y de Dios. Pero el santo le respondió: ¿Cómo se te ocurre hermana semejante petición? ¿No sabes que nuestros reglamentos nos prohiben pasar la noche fuera del convento? Entonces ella juntó sus manos y se quedó con la cabeza inclinada, orando a Dios. Y en seguida se desató una tormenta tan espantosa y un aguacero tan violento, que San Benito y los dos monjes que lo acompañaban no pudieron ni siquiera intentar volver aquella noche a su convento. Y la santa le dijo emocionada: "¿Ves hermano? Te rogué a ti y no quisiste hacerme caso. Le rogué a Dios, y El sí atendió mi petición".
Benito volvió a su convento de Monte Casino y a los tres días, al asomarse a la ventana de su celda vio una blanquísima paloma que volaba hacia el cielo. Entonces por inspiración divina supo que era el alma de su hermana que viajaba hacia la eternidad feliz. Envió a unos de sus monjes a que trajeran su cadáver, y lo hizo enterrar en la tumba que se había preparado para él mismo. Pocos días después murió también el santo. Así estos dos hermanos que vivieron toda la vida tan unidos espiritualmente, quedaron juntos en la tumba, mientras sus almas cantan eternamente las alabanzas a Dios en el cielo.
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