«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.»
Esto nos dice Dios en la primera lectura.
Nos dice que regresemos, que rompamos las ataduras del corazón, no las vestimentas como se hacía en el pueblo judio. Dios nos quiere de regreso, pero... te has puesto a pensar ¿porqué nos pide que regresemos con llanto, con ayuno, con luto, si es un Dios misericordioso, tardo en enojarse?
¿Quiere vernos humillados ante El?
Noooo.... Dios nos pide que regresemos de todo corazón, que ayunemos, que lloremos, que nos enlutemos porque éso es realmente lo que se siente cuando se está arrepentido de verdad.
Dios quiere que sanemos nuestras heridas, que no duelan más, que enterremos al hombre viejo, que seamos como niños.
Entonces,¿porqué vivir cada año un Miércoles de ceniza? ¿Sólo por tradición? No.
Cuando nosotros pecamos robando, mintiendo, fornicando, etc. el daño que nos causamos y que causamos a los otros, queda. Posiblemente podamos reparar si son cosas materiales, pero el daño que hicimos a las personas no cambia. Si uno robó a alguien un objeto que necesitaba, se le causo un daño en ése momento que nunca volverá. Podemos devolverle el objeto, pero el daño hecho no se repara. Puede servirle para otra dificultad, pero sólo Dios y ellos saben lo que tuvieron que hacer o tuvieron que pasar para solventar el problema que se les causó.
Cuando hemos calumniado a alguien, el daño hecho a su reputación difícilmente puede ser reparado. El tiempo no vuelve atrás, El Rey David pasó toda su vida pidiendo perdón a Dios por su falta. Dios perdona, las personas también podemos hacerlo, pero el daño está hecho.
Cuando una madre deja sin padre a su hijo, difícilmente puede reparar el daño que su ausencia hizo en él. Cuando nos damos cuenta que hemos dañado tanto a nuestra tierra, por ejemplo, podemos tratar de evitar daños mayores, pero no podemos cambiar ni uno sólo de los muchos araños que le hemos hecho.
Cuando entendemos ésto, entonces podemos realmente acercarnos a Jesús, podemos sentir su corona de espinas, podemos sentir los clavos en nuestras manos y nuetros pies.
Verdaderamente recibimos lo que merecemos.
Un día, Cristo tomó la cruz que nos correspondía, fué azotado, martirizado, insultado, crucificado en lugar de cada uno de nosotros.
Entonces, realmente le permitimos a Cristo bajar de la cruz en la que lo clavaron nuestros pecados y resucitar.
Cubrir nuestra frente con ceniza no es sólo un signo para que los demás lo vean, ayunar tampoco es un signo para que los demás lo sepan. Es una aceptación de la cruz que debimos cargar y que Cristo cargó por nosotros.
Jesús es tan misericordioso que nos dice que cuando ayunemos nos lavemos la cara, nos perfumemos para que no lo note la gente sino sólo Dios.
El no quiere que pasemos verguenzas.... El ya las pasó por nosotros.
El no quiere que suframos.... El ya sufrió por nosotros.
Pero... ¿te sentirías bien contigo mismo realmente, sabiendo que un inocente pagó por tus culpas?
Eso sólo tú puedes contestarlo.
Dios nos dice através de Pablo: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.
No perdamos pues, la oportunidad de vivir éste día de salvación. De sentir el perdón de Dios, aceptando que hemos sido pecadores, sintiendo arrepentimiento de ello y pidiendo su ayuda para evitar el volver a caer.