Ella se sonreía, miraba hacia abajo y gentilmente me decía: —Hijo, ve afuera a jugar un rato y cuando haya terminado mi bordado te pondré sobre mi regazo y te dejaré verlo desde arriba.
Me preguntaba por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y por qué me parecían tan desordenados desde donde yo estaba.
Más tarde escuchaba la voz de mamá diciéndome: —Hijo, ven y siéntate en mi regazo.
Yo lo hacía de inmediato y me sorprendía y emocionaba al ver una hermosa flor o un bello atardecer en el bordado. No podía creerlo; desde abajo sólo veía hilos enredados.
Entonces mi mamá me decía:
—Hijo mío, desde abajo se veía confuso y desordenado, pero no te dabas cuenta de que había un plan arriba. Yo tenía un hermoso diseño. Ahora míralo desde mi posición, qué bello.
Muchas veces a lo largo de los años he mirado al Cielo y he dicho:
—Padre, ¿qué estás haciendo?
Él responde: —Estoy bordando tu vida.
Entonces yo le replico: —Pero se ve tan confuso, es un desorden. Los hilos parecen tan oscuros, ¿por qué no son más brillantes?
El Padre parecía decirme: —Mi niño, ocúpate de tu trabajo confiando en mí y un día te traeré al Cielo y te pondré sobre mi regazo y verás el plan desde mi posición. Entonces entenderás”.
Que la fe tenga un lugar privilegiado en tu corazón.
* Enviado por el P. Natalio
Si algo me tiene preocupado, pongo mis preocupaciones en las manos de Dios. En esos momentos de estrecha comunión con Dios, se me quita el peso del problema.
Tras la pausa para orar me siento apacible y en calma. Relajado, reconcentrado en las responsabilidades que tengo ante mí; sé que puedo hacer todo lo necesario de modo ordenado y eficiente. Para reponerme con celeridad, incluyo varias pausas para rezar en mi rutina de cada día. ¡Da resultado!