El que ríe al último



Señor Jesús
Hoy voy a Ti para pedir tu amor y tu paz.
Gracias por hacerme sentir vivo y que puedo enderezar mis caminos gracias a tu infinita compasión. Hoy quiero pedirte que sanes las heridas de mi corazón que me han causado mis propias faltas.
No permitas que esas heridas me hagan sufrir más.

Sabes que sólo no puedo hacerlo, pero con tu ayuda soy capaz de conquistar mis sueños y de hacer todo lo que he planeado.

Te amo y confío que ahora mientras me preparo para esta jornada, me bendices y me haces estar listo para afrontar los retos que se me presentarán. Confío en tu poder y en tu misericordia.
Amén.
(Píldoras de Fe)




Es un hecho real que se puede ganar una o muchas batallas, pero terminar perdiendo la guerra. Es lo que dice con claridad el refrán castellano: “El que ríe último, ríe mejor”. Es una animación a perseverar en el esfuerzo y la vigilancia. Un universitario no puede contentarse con aprobar una o varias asignaturas, sino todas para obtener su título de arquitecto, médico o ingeniero.

Un carnicero acude al despacho de su vecino abogado y le formula una consulta:
—¿Se puede denunciar al dueño de un perro que ha entrado en la carnicería y se ha llevado un filete?
—Claro, responde el abogado.

— Y ¿a cuánto ascendería la multa que le podría caer al dueño del perro?
El abogado responde:—A trescientos euros.

—Pues, es usted dueño del perro, -responde el carnicero- tengo varios testigos que pueden certificarlo. Ya me está pagando esa cantidad si no quiere que formule la denuncia.

El abogado, sin inmutarse, le entrega los billetes. Al día siguiente, el carnicero recibe una nota que indica lo siguiente: "Por consulta al abogado, factura 600 euros".

En las pruebas y luchas de la vida, piensa en el Paraíso donde todo será renovado y transformado: la fe se convertirá en visión, la esperanza en posesión, la tristeza en alegría, la fatiga en descanso y la lucha en corona triunfal y victoria definitiva
. Ahí, en verdad, “El que ríe último, reirá mejor”.

Te lo deseo de corazón.

* Enviado por el P. Natalio