El egoísmo atrofia al hombre, que sólo en la donación generosa a los demás encuentra su madurez y plenitud. Si te preocupas demasiado por ti mismo y tu propio entorno, si vives para acumular dinero y comodidades, no te quedará tiempo para los demás.
Si no vives para los demás, la vida carecerá de sentido para ti, porque la vida sin amor no vale nada.
Pisa fuerte el que sabe lo que quiere, lo que busca, lo que espera.“Triste suerte la del hombre que sólo trabaja para vivir, pero no sabe para qué vive.
Pisa fuerte el que encontró un sentido a su vida, una razón de vivir, un por qué a cada una de las cosas y de los hechos de la vida.
Pisa fuerte y muy fuerte, el que en los momentos de dolor o de angustia no se deja aplastar, ni desorientar, sino que en esos precisos momentos levanta más alto su cabeza, clava su mirada en el Corazón del Padre celestial y apretando los dientes, las manos tensas y los ojos nublados por las lágrimas, o el corazón lleno de pena, no disminuye su marcha a la meta, ni la desvía; sino con paso firme y resuelto se va acercando a Dios.
Y porque pisa fuerte en la vida, va dejando huellas luminosas que servirán de ruta para muchos otros.
Triste suerte la de quien ha hecho del "tener y retener" el objetivo de su vida.
Dichoso, más bien, el que, mientras gana su pan o acrecienta su fortuna, sabe hacer del trabajo una ocasión de servicio al prójimo, cooperando con el proyecto de Dios Creador, para hermosear al mundo”.
* Enviado por el P. Natalio
No es fácil mantener la «tarea comenzada» cuando los resultados que esperamos no llegan. No es sencillo mantener la marcha cuando nos encontramos con obstáculos que parecen difíciles de superar.
La cultura de lo inmediato, la urgencia con que vivimos y la falta de paciencia y confianza en los procesos, nos han hecho olvidar el valor de la perseverancia. Queremos cosechar frutos en todo lo que hacemos, pero no tener paciencia para sembrar y cultivar.
Las relaciones humanas se gestan en proceso, con paciencia y confianza.
El amor en la relación de pareja se debe sembrar y cultivar si queremos ver, a su debido tiempo, los frutos que esperamos.
En cualquier relación humana es imprescindible no dejar de «sembrar y cultivar» constantemente si queremos cosechar frutos de amor, confianza y unidad.
(P. Javier Rojas, SJ)