La luz de Dios

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Una farola humilde, pequeña, luminosa. Las estrellas no pueden competir con ella. ¿Por qué? Porque la luz cercana es capaz de eclipsar astros potentes que envían inmensos rayos de luz desde muy lejos, a muchos millones de kilómetros de distancia.

Así ocurre también con la luz de Dios si la convertimos en algo lejano, casi invisible.
Preferimos una farola cercana a ese rayo de esperanza que vino al mundo para iluminar a cada hombre.
Preferimos un juego, un placer, un rato de sueño, un libro apasionante, mientras no tenemos tiempo para escuchar la voz de un Padre que habla en lo más íntimo de cada conciencia.

¿Por qué hemos dejado que Dios se "eclipse" ante tantas farolas de la vida moderna?
¿Por qué no permitimos que su luz llegue a nuestros corazones? ¿Por qué no lo escuchamos en su Hijo Jesucristo?

Para ver estrellas maravillosas hay que alejarse de aquellas farolas que impiden ver las hermosuras de nuestro cielo.
Para escuchar a Dios hemos de apartarnos de hábitos de pecado, de apegos a bienes materiales o espirituales, para lanzarnos a la aventura de la escucha de la Palabra.

Dios es mucho más potente que las estrellas, que las farolas, que las músicas o que las pantallas de nuestro mundo inquieto y confuso.

Si damos un paso decidido hacia espacios nuevos, dejaremos que la Luz brille en los corazones. Entonces sentiremos, en lo más íntimo del alma, una seguridad inigualable: la que nace cuando descubrimos, por vivir en la Luz, que somos amados por un Padre bueno.

(P. Fernando Pascual)




Los años juveniles son para adquirir buenos hábitos. La única diferencia entre el adulto fracasado y el triunfador está en la diferencia de sus hábitos. Los buenos hábitos son la clave de todo éxito. Por lo tanto capitaliza las auténticas riquezas que, como todo lo esencial, “son invisibles a los ojos”; y persevera, aunque no veas resultados inmediatos.
1. Dios mío, haz de mí un hombre paciente... pero ¡ya!
2. Papá, papá... ¿cuál es la definición de engreído?
- Qué bueno que preguntaste, porque soy la mejor persona para responderte.
3. Mamá, mamá, en la escuela me dicen interesado.
- ¿Y por qué te dicen así?
- Si me das $5 te lo digo.
4. Juan, ¿es cierto que eres muy susceptible?
- No. ¡Y déjame en paz, que me vas a volver loco!
Tu tarea es formarte, no sólo cuando joven, sino siempre.
La formación personal consiste en asimilar valores, habilidades, virtudes… que te permitan afrontar victoriosamente la vida en todos sus aspectos.

Tu capital de buenos hábitos será la gran riqueza que nada ni nadie te podrá quitar.
Emprende animosamente este camino de superación y madurez.

* Enviado por el P. Natalio



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"¡Dios mío! ¡Que tesoro tan inmenso es el amor
a la pequeñez y a nuestra propia miseria!
¡Qué no debiéramos hacer y padecer por alcanzarlo!

El alma que tanto bien posee, está segura y nada puede faltarle,
porque el Todopoderoso en ella se complace y recrea".

(Santa Margarita María Alacoque)