Perdonar, soportar y esperar sin límites

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La influencia de la oración en el cuerpo y en la mente humanos es tan cierta como la secreción de las glándulas. Sus resultados pueden ser medidos en términos de mayor salud, mayor vigor intelectual, mayor moralidad y mejor comprensión de la realidad sobre la cual descansan las realidades humanas.

Si usted adquiere el hábito de orar con sinceridad, su vida cambiará notable y profundamente.

La oración marca con su influencia nuestras acciones y conductas. Una tranquilidad de modales, una relajación del cuerpo y del semblante se observa en aquellos que se enriquecen con la oración. En lo profundo de sus conciencias ha comenzado a brillar una luz.

Y el hombre se descubre a sí mismo. Se enfrenta con sus egoísmos, su tonta vanidad, sus desatinos. Cultiva un sentimiento de obligación moral y de humildad intelectual.
Y de esa manera comienza a elevarse el alma hacia el Reino de la Gracia.

(Dr. Alexis Carrel)






Para amar como Jesús nos enseñó, debemos aprender a vivir ciertas actitudes y sentimientos que bajan el amor a la realidad cotidiana: dulzura, humildad, paciencia, e indulgencia. Es indulgente quien es capaz de perdonar las debilidades de los demás una y otra vez, “setenta veces siete”, como respondió Jesús a su apóstol Pedro.

San Bernardino (1380-1444) fue un gran predicador.
Una vez exhortó a la paz a un grupo de güelfos y gibelinos que eran acérrimos rivales políticos.
Entre otras cosas les dijo:

Imiten el ejemplo que les dan las gallinas. Ellas se pelean, se picotean con furia, hasta se sacan los ojos; pero, a los pocos minutos, olvidan todo y vuelven a comer, a beber y a dormir de nuevo todas juntas en el mismo palo, en el mismo gallinero.

Para reconciliarse no necesitan ningún mediador. No sean ustedes peores que las gallinas.

Vivir la caridad cristiana no es fácil. En verdad está por encima de nuestra capacidad humana. Por eso es indispensable suplicar con humildad y constancia al Señor el don de la fraternidad para poder elevarnos sobre nuestros retraimientos y egoísmos.

Pero cuando el amor de Dios nos invade, podemos “perdonar, soportar y esperar sin límites”.

* Enviado por el P. Natalio





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