Orar a María, Nuestra Madre


-¿Oh Señor que eres tan adorable y me has mandado a amarte?
¿Por qué me diste tan solo un corazón y este tan pequeño?

-San Felipe Neri.
Se cuenta la historia de un hombre devoto que vacilaba ante el embate de la tentación y estaba acostumbrado a arrodillarse ante una estatua de Nuestra Señora y decir esta sencilla oración: “Muéstrate una madre para mí”.

Cuando el mismo hombre había caído en el pecado y, aunque lleno de remordimientos, no había logrado reformarse, fue un día al altar de María y lastimosamente repitió su oración habitual. Inmediatamente, escuchó una voz suave que respondía: “Demuestra que eres mi hijo”
 Si queremos que Nuestra Señora sea una madre para nosotros, también debemos mostrarle que somos sus hijos.

Las madres terrenales están encantadas de pensar que su descendencia se parece a ellas. De la misma manera, María desea ver un reflejo de su propia santidad en nuestros pensamientos, deseos y acciones.

Todo esto exige sacrificio, por supuesto. Exige trabajo duro, oración ferviente y vigilancia constante sobre nosotros mismos. ¡Si hacemos todo lo que podemos y nunca perdemos el valor, Dios no nos negará su ayuda y nuestra buena Madre no dejará de interceder por nosotros!

Incluso si caemos en pecado a menudo, nunca debemos desanimarnos. Aunque María es la Madre de todos los hombres, ella, de manera especial, es la Madre misericordiosa de los pecadores.

Por muy pecador que sea un hombre, no se perderá si es sinceramente devoto de María. Sin embargo, no debemos engañarnos imaginando que basta orar a la Virgen para salvarnos, aunque sigamos pecando.

Santa Brígida nos dice en sus revelaciones, que María no es la Madre de los pecadores empedernidos, sino sólo de aquellos pecadores que desean enmendar su vida y le rezan con esta intención (Rev Bk 4, C 138).

Jesús nos ha dicho, además, que “no todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, entrará en el Reino de los Cielos” (Mt 7,21). ).
Lo mismo vale para aquellos que son devotos de Nuestra Señora. No es suficiente rezarle, sino que también debemos imitarla y acompañar nuestras oraciones con el propósito de mejorar.

La oración ferviente seguramente obtendrá la intercesión de María en nuestro favor. San Alfonso recomienda, en particular:
(a) el Avemaría repetido tres veces cada mañana y cada noche, con la invocación “Madre purísima, ruega por mí”;
(b) una invocación a Nuestra Señora cada vez que el reloj marca la hora;
(c) el rezo diario del Santo Rosario;
(d) una visita al Altar de Nuestra Señora cada vez que hacemos nuestra visita diaria al Santísimo Sacramento;
(e) y algunos actos de mortificación en la vigilia de las Fiestas principales de Nuestra Señora, seguidos por una ferviente celebración de las Fiestas mismas.

Si así mostramos nuestras buenas disposiciones, María será nuestra verdadera Madre en la vida y en la muerte.

Oh María, sé mi Madre misericordiosa y bondadosa siempre pero especialmente cuando me veas luchando contra la tentación y contra las asechanzas del demonio. Concédeme que nunca más caiga y ofenda a Dios. Te necesito mucho. Ayúdame y sálvame. Amén.

Antonio Cardenal Bacci


Súplica de fortaleza

La virtud de la fortaleza es una firmeza interior que nos capacita para resistir y soportar las contrariedades, sufrimientos y cansancios de la vida. Nos permite perseverar en las cosas buenas cuando se vuelven difíciles. También ayuda a superar la flojera o la desgana cuando no tenemos deseos de emprender algún proyecto o de realizar una acción buena”. (VF).

Infinito Dios, puro poder y fuerza sin límites. Tú eres mi creador. Yo no soy la obra de un ser débil o cansado. Soy obra tuya, Dios todopoderoso. Por eso confío en ti, Señor, y te ruego que derrames todavía más tu poder en mi vida. Dios infinitamente potente y fuerte, que todo lo sostienes, mira mi debilidad y penetra todo mi ser con ese poder sin límite. Fortalece cada fibra de mi cuerpo y de mi interior. Así, yo sé que nada podrá derribarme, porque ningún poder humano, ninguna enfermedad y ninguna dificultad pueden ser más fuertes que tú. Lléname de tu vida feliz, Señor amado. Amén.
(Víctor Fernández).

La fortaleza es un hábito bueno, a saber un modo de ser que se ha vuelto fácil por la repetición de actos de firmeza, constancia y paciencia en pos de objetivos honestos y justos. La tenacidad, aliada de la fortaleza, es insustituible porque da un toque de perfección a todos los talentos del hombre. Sin ella, queda uno vencido por el camino.

(P. Natalio)


Dios de misericordia, nos has llenado con la esperanza de la resurrección al restaurar al hombre a su dignidad original.
Que nosotros, que cada año revivamos este misterio, vengamos a compartirlo en el amor perpetuo.
Que la Madre de Nuestro Señor nos acompañe mientras miramos hacia arriba a su Hijo y que la oración sea un apoyo en nuestras tribulaciones.
Concédelo por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.