Adoración de Jesús en el Santísimo Sacramento

“El que come Mi Carne y bebe Mi Sangre, permanece en Mí y Yo en él. ”
-Juan 6:57

Cualquiera que ame sinceramente a Jesús en el Sacramento de la Eucaristía, debe experimentar una punzada de pesar cada vez que entra en una Iglesia y ve que los espacios que rodean el Sagrario están vacíos.
Aquí y allá, algunas personas pueden estar orando ante las estatuas de Nuestra Señora y de los Santos, pero, con demasiada frecuencia, no hay nadie para adorar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sólo la tenue luz de la lámpara del Sagrario parece intentar compensar, de alguna manera, la ingratitud de los hombres.

Sin embargo, aquí no hay una mera imagen, sino el verdadero Jesús viviente que nos ama y anhela derramar sus dones sobre nosotros. Nosotros somos pobres y El es rico; nosotros somos débiles y Él es fuerte. Somos pecadores y quiere que nos arrodillemos arrepentidos a sus pies para que nos perdone.
Estamos doblados bajo el peso de nuestra cruz, que parece demasiado pesada para nosotros y Él desea aligerarla con Su gracia. Estamos cansados y preocupados e incapaces de encontrar un amigo que nos comprenda y nos consuele por completo. Pero, si vamos a Jesús, encontraremos un Amigo y un Consolador. “Venid a mí”, nos dice, “todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28-30).

Arrodillémonos ante Jesús en el Sagrario y confiémosle nuestras preocupaciones, dolores y deseos. Él nos comprenderá y nos iluminará; Él fortalecerá nuestra resolución vacilante e inspirará en nuestros corazones el amor divino, que hace que sea fácil sacrificarnos por Él.

En muchas Diócesis y Parroquias existen Asociaciones de devotos que se turnan para orar ante Jesús Sacramentado. Debería haber alguna asociación de este tipo en todas partes porque, todos los que tienen un amor sincero por la Sagrada Eucaristía, deberían sentir la necesidad de pasar algún tiempo en Adoración y en conversación con Jesús en el Santísimo Sacramento. Los Santos a menudo pasaban días y noches en oración ante el Santísimo Sacramento.

¿Qué pasa contigo? Incluso si no sois miembros de una asociación eucarística, debéis reservar algún tiempo todos los días para una visita a Jesús en el Sagrario.

Allí encontrarás la fuerza para poner en práctica tus buenos propósitos. Hallaréis consuelo en vuestras tribulaciones y descanso para vuestras almas.
Antonio Cardenal Bacci


– El sacrificio celestial que Cristo instituyó es ciertamente la herencia que nos ha legado a través de Su nuevo pacto. Él nos lo dejó en la noche en que fue entregado para ser crucificado, como señal de Su Presencia. Es viático para nuestro camino, alimento en el camino de nuestra vida, hasta llegar a él al dejar este mundo. Por eso nuestro Señor dijo: “A menos que comáis Mi Carne y bebáis Mi Sangre, no tenéis vida dentro de vosotros”.

Él deseó que Sus obras de bondad permanecieran entre nosotros y que las almas que Él redimió, por Su Preciosa Sangre, fueran siempre santificadas a imagen de Su propia Pasión. Por eso mandó a sus fieles discípulos, instituidos como primeros Sacerdotes de su Iglesia, a celebrar estos misterios de vida eterna, a perpetuidad.
Así todos los fieles tendrían ante sus ojos, día a día, una representación de la Pasión de Cristo.

Tomándolo en nuestras manos, recibiéndolo en nuestra boca y en nuestro corazón, mantendremos un recuerdo imborrable de nuestra Redención. El pan debe hacerse con la harina de innumerables granos de trigo mezclada con agua y rematada al fuego. Así encontraremos en él una estrecha semejanza con el Cuerpo de Cristo que, como sabemos, forma un solo cuerpo con la multitud de los hombres, llevados a su plenitud por el fuego del Espíritu Santo.

Del mismo modo, el vino de su Sangre, es tomado de muchas uvas, es decir, el fruto de la vid que él plantó, es aplastado bajo el lagar de su Cruz, derramado en el corazón de los fieles y fermentado en ellos, por medio de Su propio poder . Este es el Sacrificio de la Pascua trayendo la salvación a todos los liberados de la esclavitud de Egipto y Faraón, es decir, el diablo. Recíbanlo en unión con nosotros, con todo el afán de un corazón piadoso.
– San Gaudencio de Brescia (fallecido en 410)
obispo, padre, renombrado predicador, teólogo, mediador diplomático
(Extracto de una homilía pascual n.° 68:30).

Oh Dios, Tú que en este maravilloso Sacramento nos has dejado un memorial de Tu Pasión, concédenos, te suplicamos, venerar los Sagrados Misterios de Tu Cuerpo y Sangre para que siempre experimentemos, dentro de nosotros, el efecto de Tu Redención.

Por el mismo Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén

Toda alabanza, honra y gloria al divino CORAZÓN de JESÚS. – Indulgencia 50 Días, Una vez al día. Raccolta 168 Papa León XIII, 14 de junio de 1901.