Un día más en la visita a la casa de mi hijo.
Ya estoy tomando el ritmo que manejo en mi casa.
Me levanté temprano para poder hacer mis oraciones de la mañana, y escuchar la misa por internet ya que la misa que aquí dan es en francés, pude disfrutar del bello amanecer que se ve desde el balcón.
El sol sale del lado contrario a donde está el edificio, así que los amaneceres no son tan espectaculares como los atardeceres. Se ve la figura de la Torre Eifel destacada a lo lejos. Por otro lado, se aprecia un bosque en una pequeña colina y se ven casas que se destacan entre árboles. Es bello el espectáculo desde un noveno piso.
Siempre me han dado miedo las alturas, así que el simple hecho de salir al balcón, ya es en sí mismo una aventura. Ni por un piense, me asomo hacia abajo. De hecho, he tenido algunas pesadillas por ésto. Nunca he vivido ni trabajado en un edificio tan alto. Cuando niña, viví en una casa de un piso muy bonita. Es mi primer recuerdo.
Un porche grande (que tal vez si lo veo ahora, no sea tan grande puesto que tenía aproximadamente 1 año de edad. Esto lo sé porque estaba empezando a caminar y recuerdo vagamente que me llevaban de la mano, para subir un pequeño escalón que había en la entrada. Seguramente lo recuerdo porque íbamos a la tienda que estaba delante de la casa y como todo niño, me encantaban los dulces. No sabía caminar muy bien, pero como el interés tiene pies, pues para ir a la tienda siempre se haya el modo.
No me recuerdo cómo era, pero sí recuerdo la mano de mi hermana que me sostenía para caminar, mientras del otro lado iba una de las hijas del señor con el que vivíamos.
Después vivimos en casa de una tía, también de un piso. Nos cambiamos a la que sería nuestra casa hasta que mi hijo menor cumplió tres años. Nos cambiamos cuando cumplí 8 años, el mismo año en que entré al internado. Y era también de un piso.
El internado era un edificio hermoso en el tranquilo barrio de Santa Catarina en Coyoacán. Tenía un gran patio, jardines con kiosko en medio y un espacio de pasto donde jugábamos futbol. En lo que habían sido seguramente los cuartos de los caballerangos, jugábamos a la casita. Eran tres habitaciones grandes. Jugábamos a comer hojas que simulaban pescado, manzanitas que eran bayas del jardín. En fin, pasábamos muy buenos momentos en ésos lugares.
En el segundo piso, estaba la cocina, el comedor, la biblioteca, un hermoso hall de piso de reluciente madera que cada dos o tres meses, encerábamos a rodilla y después puliamos con jergas. Ahí se encontraban también dos dormitorios grandes. Subiendo unas escaleras bellísimas, llegábamos al tercer piso donde se encontraba otro hall de madera y tres habitaciones más junto con el baño, el cuarto de máquinas.
Ahí tuve mis primeras pesadillas, soñaba que me observaban por las ventanas o que me sumergía en un remolino. No me gustaba asomarme a las ventanas. Supongo que de ahí viene mi aversión a las alturas.
En la escuela, cuando estuve en la secundaria, los niños de tercer grado ibamos a salones que estaban en el tercer piso, el pasillo era angosto y había barandales. Siempre caminaba pegada a la pared, pues sentía que los barandales no eran muy seguros. Nunca sucedió un accidente, gracias a Dios, pero la fobia es la fobia.
Me daba miedo que los compañeros me empujaran y me cayera. Sentía verdadero pavor cuando algunos compañeros se sentaban en los barandales como si nada. Creo que era una de las razones por las que era muy tranquila. Prefería la biblioteca a jugar con los compañeros que eran medio toscos y las bancas del patio eran pocas y siempre estaban ocupadas. Así fue como descubrí a mis primeros amigos: los libros.
Bueno...no fué en la secundaria. El primer libro que llegó a mis manos, fué la Biblia ilustrada. Aún no sabía leer, pero las ilustraciones me llamaban la atención y la catequista nos explicaba las distintas narraciones. Yo no entendía, pero ella las hacía ver como aventuras. Así que un día me la prestó para llevarla a mi casa. Recuerdo que la abrí como se abre un tesoro. Y lo cuidé como tal. La historia que más me impresionó fué la de Sansón y David. Tal vez porque era yo muy pequeña y tenía primos mayores que eran medio salvajes en sus juegos.
Ahí fué cuando empecé a refugiarme en los libros. Empecé a leer a los seis años, mucho antes que mis compañeros. Deseaba conocer y leer las ilustraciones y no había quien me las leyera.
Todo ésto para explicar mi fobia a las alturas jeje
Bueno... continuo con mi visita a la casa de mi hijo.
Después de desayunar unos molletes con pico de gallo muy sabrosos, agua de pepino con limón preparada de una manera diferente a la que yo la preparo y de realizar distintas labores en la casa, ver una película con el niño y esperar a que despertara, fuimos a un parque cercano en donde hay unas fuentes brotantes muy divertidas para los chamacos. El niño corría entre el agua junto a varios niños.
En un momento dado, me fuí a la zona de ejercicios donde hay varios aparatos de los que se colocan en el parque. Era como volver a mi infancia. En el parque al que íbamos de niña y que era mucho más grande que al que fuimos; había varias secciones: la de los juegos para niños con varias resbaladillas, varios columpios, pasamanos, etc. La zona de juegos como hockey, fut rápido o patinaje era una sóla área multiusos.
Después estaba la zona de jardines con canastitas llenas de flores, con senderos donde se descubrían distintas macetas gigantes con diferentes formas.
Había la zona de fuentes en las que nos bañábamos en verano. Eran tres fuentes de distintos tamaños. Estaba también la zona de auditorio donde se ofrecían distintos espectáculos. Después, otra zona de pasto para ejercitarse. Ahi se encontraban los aparatos. Me gustaba ver a los muchachos que seguramente practicaban gimnasia en los aros, en las barras. Me gustaba sobre todo, uno que subía las escaleras sostenido sólo en sus brazos, sin mover los pies. Era muy bueno.
Y al final, estaban otros juegos más: tómbola, figuras de animales de hierro. En donde me gustaba subirme era en el camión de bomberos rojo de fierro.
También me gustaban las figuras con que cortaban los arbustos: pavorreales, patos y otras figuras de animales.
Me encantaba ir al parque. Mis hijos también lo disfrutaron cuando niños en sus primeros años. Ahora es un bosque. Han dejado crecer árboles en donde había pasto. Las ardillas se pasean de árbol en árbol.
Las áreas de las fuentes, siguen igual
Lo que es una pena es que el área de juegos disminuyó notablemente. Más de la mitad es ahora estacionamiento de camiones del Departamento.
El parque que visitamos es también muy bonito. Con un área para niños con juegos de hierro, con un área para ejercitarse que no es muy visitada. Y las fuentes brotantes que son la delicia de los chiquillos... y de una vieja loca que también se metió su buena mojada jeje
Encontré unas manzanas de un árbol que crece en el área de juegos. Son manzanas aún verdes. Hay varias en el suelo, seguramente tiradas por las personas, pero al morderlas no les gusta el sabor y las tiran. Así que ví varias tiradas sin morder y recogí cuatro para hacerlas en dulce.
En fin... un día más de cansancio físico, pero descanso mental.