De visita en Francia 8

Por Laura Aguilar Ramírez

Ayer 6 de Septiembre, nos llevaron a mi esposo y a mí a los Juegos Paralímpicos. Nos tocó ver la bandera de México ondeando en lo alto, gracias a la mexicana Amalia Pérez Vázquez, en halterofilia paralímpicos.

Es la primera vez que me toca presenciar algo parecido. En los Juegos olímpicos del 68 en México ví al Sargento Pedraza pasar por la zona donde vivía. Esos juegos dejaron huella en mí. Fuímos a ver pasar a los marchistas. no recuerdo bien quién nos llevó. Sólo recuerdo la emoción que se sentía en el ambiente; la gente tenía esperanza en sus marchistas y en varios deportistas.
Tenía yo 8 años en el tiempo de las Olimpiadas y fué toda una experiencia en todos los aspectos.

Empezamos a vivir los juegos desde el momento en que se construyó la Alberca olímpica, cercana a mi casa. Cambió por completo el paisaje: se entubó el Río Churubusco, se construyó un puente vehicular. Las vacas que aún pastaban por ésos lugares, fueron llevadas a otros lados, al igual que los maizales, arboledas de frutas, sembradíos varios.

Fué un cambio total en la zona, que ya había empezado a vivirlo con la llegada del cine, con la construcción de la Cinetéca Nacional, los estudios Churubusco, etc.

Por ése entonces, también se construyó la Línea 2 del Metro en Calzada de Tlalpan. Al igual que el Estadio Azteca, al cual se la ha querido cambiar el nombre, pero "palo dado ni Dios lo quita" y sigue conociéndose así. Me tocó ver también un poco de su construcción.

México se tomó en serio los Juegos olímpicos. Los militares sacaron la casta en ése entonces, con el Pentatlón mexicano en competencias ecuestres, de tiro, de caminata.
El entorno en el que creció mi padre y antes que él, mis abuelos no volvió a ser el mismo por mis rumbos.

Teníamos unas vecinitas super agradables (que con el tiempo, pasaron a ser casi de la familia pues una de ellas se casó con un tío mío)
Una de ellas era super vivaracha y empezó a juntarse con el terremoto que era mi hermana. Juntas eran dinamita como dice el dicho.

La vecinita tenía muy buenas ideas (de ella o no sé de quien, pero hicieron una etapa de mi niñez muy feliz): se inventaba bailes, concursos. En su casa tenían una de las pocas televisiones que había por el rumbo y nos dejaban verla por una módica cantidad, claro que incluía agua de sabor y palomitas.
Toda una delicia si consideramos que tomábamos sólo agua simple y de dulces ni hablar.

Se llenaba el patio delantero de su vivienda de chamacos alrededor de la tele para ver "Cachirulo". Qué bellos recuerdos.

En ése tiempo, una de las primas mayores iba a cumplir quince años y supongo que le impresionaron los ensayos del vals, porque después nos tenía a muchos bailando "Julia". A mí éso del baile nunca se me ha dado muy bien, pero de todas maneras, ahí estaba.

Pues bien, en el tiempo de las Olimpiadas, ideó unas en su casa: saltos, brincos, lanzamientos y todo lo que veía en la tele supongo, eran parte del curso que nos daba jajaja.

Así que ahí aprendí en realidad mis primeros ejercicios. Era buena en los saltos, en las vueltas, en las marometas. Tenía mucha flexibilidad y era veloz corriendo. Se me daba el atletismo.

Desde entonces, siempre he procurado hacer ejercicio. Desgraciadamente, aveces no es uno quien determina su destino y lo he dejado por temporadas dadas mis actividades y responsabilidades, pero siempre regreso a los lugares donde se practica.

Así que como toda persona que alguna vez soñó con ser atleta, las Olimpiadas son algo especial para mí. La alberca me recuerda a mi padre que se aventaba sus clavados en La Quebrada y nadaba en el mar como tiburón. Se metía a la Playa del Revolcadero cuando las olas estaban más agitadas. Yo creo que era un deportista nato, pero la vida lo lleva a uno por otros caminos.

Esos Juegos olímpicos del 68 fueron para mí, un abrirme a un mundo hdermoso: el del deporte.
Junto con la literatura, son mis dos hobbies.

El ver ondear la bandera mexicana en el podio fué muy emotivo. Casi se me salen las lágrimas. Porque sé el esfuerzo que debe suponer el lograr una medalla y más en un país como el nuestro donde no se le da mucha importancia en algunos sectores, en algunos estados como en el que actualmente resido y menos en el actual gobierno.

El ver que los Paralímpicos dan más medallas a nuestro país que el deporte para "personas normales" es algo para reflexionar. Ellos nos dan un ejemplo de entereza, de fortaleza, de entrega. Son algo especial.

Como en muchos lugares, los mexicanos dan la nota, ponen el toque de emoción, de alegría y de entrega y apoyo a sus deportistas. Aquí también sucedió lo mismo. Llegamos mi hijo con su playera de México, mi esposo con la playera de Paris 2024 y yo con una banderita mexicana. Se pone uno a ver las gradas y descubrimos grupos de niños franceses a los que llevaron. Como sabemos, los paralímpicos no atraen tanta gente como los olímpicos. Ellos disfrutaron mucho.

Empezaron a llegar mexicanos en distintas áreas de la Arena. Llegaban con su banderas, etc. De pronto, dos chicas se pusieron junto a nosotros, después otras dos. Una de ellas, conocía a una familia que estaba sentada en otro lugar y le llamó por celular para que se uniera y de repente, se armó la porra.
Unas llevaban diademas con trenzas multicolores, una nena con sus mejillas pintadas.
Llevaban banderas mexicanas que nos regalaron a varios. Una vivía en Alemania, otras en Francia. Llegaron dos voluntarios mexicanas, uno de Cholula Puebla, otra de Michoacán que se unieron por un momento al grupo.

En otros lados, había los clásicos con máscaras, etc.
Cada que entraba Amalia era recibida con el grito de "México, México" y "Amalia, Amalia". Muy bonito supongo para ella y para nosotros, ver cómo la bandera puede unir por momentos a varias personas. Ellos como jóvenes al terminar empezaron a gritar "Vámonos al Angel" y otros "Vámonos al antro", jejeje. Yo creo que sí se han de haber animado a ir a algún lado. De ésa manera, varios se van conociendo en éstos lugares donde aveces se puede uno sentir sólo.

Nos tocó ver caer dos récords mundiales: uno de un joven malayo en los hombres y el de una chica nigeriana en las mujeres. Pusieron alto el récord. Wooooww.... todos les aplaudimos reconociendo su esfuerzo. Al chico malayo se le salieron las lágrimas, yo creo que no son muchas las veces que sus paisanos pueden ver su bandera en lo alto y tener una medalla en cualquier categoría es una satisfacción enorme, supongo que mucho más cuando se tiene alguna discapacidad.

Fué hermoso el día de ayer, fué muy bonito ver a los jóvenes buscar la manera de establecer contacto con otros paisanos.
Por ejemplo, se acercó una maestra con una niña de orígen mexicano que quería tomarse una foto con nosotros, sentirse orgullosa de ser de orígen mexicano, como nos sentimos todos los que sentimos a México en la piel.

Tal vez no ganemos muchas medallas, pero sí ganamos el respeto y el corazón de los que ven nuestra alegría y apoyo a todos los competidores sin importar su nacionalidad. Por ejemplo, la chinita que ganó la plata no tenía mucho apoyo, sólo su equipo. Pero tuvo el nuestro también. Así como el varios otros.

Aveces los mexicanos fuera del país, sacan la casta y dan la cara por México porque estando lejos se siente la nostalgia, se valora más o se entiende mejor nuestra ideosincracia. Se puede uno dar cuenta de que cada logro en México cuesta y cuesta mucho. Cada paso es un desafío, cada edificio construido, cada grano de pan que se arranca al suelo, cuesta.

Cuando uno ve un país como Francia donde se tira una semilla de uva y al rato, nace una vid o como he visto en algunos parques, árboles de manzanos o de otras frutas; cuando uno ve las vacas super alimentadas, las cabras y borregos grandotes, uno valora el esfuerzo de nuestros campesinos, de nuestros obreros y en general, de nuestros paisanos.

Y también se entiende a los mexicanos que lejos de su país, se dan cuenta de ello y se esfuerzan por no ser menos.

Aquí algunas palabras de Amalia:
Siete Juegos Paralímpicos y siete medallas en ellos.

La mexicana Amalia Pérez cuenta cada participación en Juegos con un podio: desde Sídney 2000 hasta los Juegos Paralímpicos de París 2024.

Amalia Pérez logró su última presea paralímpica en Para halterofilia el 6 de septiembre de 2024 con 51 años.

Nacida en Ciudad de México el 10 de julio de 1973, la leyenda del deporte mexicano rompió su racha de cuatro oros consecutivos (Beijing 2008, Londres 2012, Río 2016 y Tokio 2020) al alzarse en la capital parisina con la medalla de bronce en la categoría hasta 61 kg. Además de esta presea, Pérez cuenta con dos de plata (Sídney 2000 y Atenas 2004) para hacer el total de siete.

La cantidad, en este caso, importa a Amalia tanto como la calidad.

Tanto de medallas paralímpicas como de años.

"Creo que este bronce es muy especial, porque venía por ese récord, venía a por ese objetivo de estar dentro del podio: buscar mi trabajo, mi constancia, mi potencia personal", empezó a explicar para Olympics.com en exclusiva tras la ceremonia de premiación.

"Pero sobre todo, creo que he demostrado que el deporte paralímpico, y hoy en día el deporte, puede ser muy, muy longevo y que no importa la edad. Mientras seas constante, cuides esa disciplina y te apasione lo que estás haciendo, creo que puedes aspirar a cualquier objetivo y cualquier meta", prosiguió.

Pero Amalia Pérez sabe también que esta medalla es un motivo más para el que inspirar al mundo, o al menos a su nación, México.


El que una mexicana de 51 años, con algún impedimiento físico gane una medalla, fué un gran ejemplo. Era la mayor. Había una de 17 años, las demás de 20 a 30 años. Y aún así, logró subir 130 kilos.

México, México, México!!!!!