Amar es una decisión



La incomprensión entre las personas es una realidad cotidiana. Entre los mismos miembros de la familia, en las asociaciones apostólicas y grupos humanos sucede lo que la Reina de la Paz señaló en un mensaje: “Hijitos, oren y no permitan que Satanás actúe en sus vidas con malentendidos, incomprensiones y faltas de aceptación entre unos y otros”.
Un esposo fue a visitar a un sabio consejero y le dijo que ya no quería a su esposa y que pensaba separarse. El sabio lo escuchó, y solamente le dijo una palabra: “ámela”.
—Pero..., es que ya no siento nada por ella.
—Ámela, –insistió el sabio. Y ante el desconcierto del señor, agregó: “Amar es una decisión, no un sentimiento; amar es dedicación y entrega. El amor es como un ejercicio de jardinería: prepare el terreno, siembre, sea paciente, riegue y cuide

Esté preparado porque habrá plagas, sequías o excesos de lluvia, mas no por eso abandone el jardín. Ame a su pareja, es decir, acéptela, valórela, dele afecto y ternura, admírela y compréndala. Eso es todo... Ámela”.

(Gonzalo Gallo).

El amor todo lo puede. No hay dificultad por muy grande que sea, que el amor no la supere.
No hay puerta por muy cerrada que esté, que el amor no la abra
No hay muro por muy alto que sea, que el amor no lo derrumbe.
No hay distancias por extremas que sean, que el amor no las acorte.
No hay situación por desesperada que sea, que: el amor no la resuelva”.

* Enviado por el P. Natalio




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Hoy la Iglesia celebra la veneración a las reliquias de la cruz de Cristo en Jerusalén, tras ser recuperada de manos de los persas por el emperador Heráclito.

Según manifiesta la historia, al recuperar el precioso madero, el emperador quiso cargar una cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó entrar a un recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado.

El patriarca Zacarías que iba a su lado le indicó que todo aquel esplendor imperial iba en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo cuando iba cargando la cruz por las calles de Jerusalén.

Entonces el emperador se despojó de su atuendo imperial, y con simples vestiduras, avanzó sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la cruz en el sitio donde antes era venerada. Los fragmentos de la santa Cruz se encontraban en el cofre de plata dentro del cual se los habían llevado los persas, y cuando el patriarca y los clérigos abrieron el cofre, todos los fieles veneraron las reliquias con mucho fervor, incluso, su produjeron muchos milagros.





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