El trabajo

Dios creó al hombre amo del mundo.
Le mandó poblarla y gobernarla (cf. Gn 1,28).
Lo colocó en un paraíso terrenal, “para cultivarlo y conservarlo"
(Gén 2,15).

Sin embargo, mientras el hombre permanecía en estado de inocencia, el trabajo era un placer.
Le dio la alegría de colaborar con Dios en la obra de la creación.
Hoy en día, el trabajo sigue siendo un placer.

Al trabajar, cooperamos con Dios porque fue su intención que los recursos de la tierra resultaron explorados por la industria y la inteligencia humana y beneficiaran tanto al individuo como a la sociedad.

El trabajo es una ocupación noble porque implica la cooperación con la obra de creación y conservación de Dios.
Si alguien trata de despojarlo de su elevado carácter humano y reducirlo al nivel de mero trabajo, considerándolo nada más que un instrumento de producción o un práctico sistema de intercambio, está envileciendo al trabajador y privándolo de todo espíritu espiritual. incentivo

Desde la caída de Adán. el trabajo no es sólo un placer sino también una carga y una expiación.
Es engañoso presentar la promesa de un paraíso de trabajadores, una posibilidad en la que no se puede esperar que ninguna persona inteligente crea.

El llamado plan social para los trabajadores, diseñado para crear un paraíso en la tierra, produce sólo un sistema de regimentación, en el que los hombres dejan de ser libres y se definirán en engranajes insignificantes del mecanismo estatal todopoderoso.

DEBEMOS oponernos a esta concepción degradantemente materialista del trabajo.
El trabajo es un mandato de Dios, quien, después del pecado de Adán, le dijo a él y a sus hijos: “ Con el sudor de tu frente comerás el pan ”. (Génesis 3:19).

Aceptemos de Dios esta alta responsabilidad de cooperar con Él, en su obra de creación y redención.
Aceptémoslo por igual, cuando es un placer y cuando es un sacrificio.
Aceptémoslo con la alegría de los Santos, o al menos, con resignación.
Reconozcamos que trabajando purificamos nuestras almas y expiamos nuestros pecados.

También nos hacemos útiles a nuestros hermanos en la tierra porque, el trabajo de nuestras manos y de nuestra mente, ejerce una función social, especialmente en favor de las clases abandonadas.
Es un apostolado de expiación y redención para un gran número de almas que están hundidas en la ignorancia y el pecado.
Antonio Cardenal Bacci

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” – Mateo 16:24

¿Qué significa esto de “tomar una cruz”? Quiere decir que soportará todo lo que le moleste y en este mismo acto me estará siguiendo. Cuando haya comenzado a seguirme, de acuerdo con mis enseñanzas y preceptos, encuentre muchas personas que lo contradicen y se interponen en su camino, muchas que no solo se burlan de él, sino que incluso lo persiguen.

Además, esto es cierto, no sólo de los paganos que están fuera de la Iglesia, sino también de aquellos que parecen estar en ella visiblemente pero están fuera de ella a causa de la perversidad de sus obras.
Aunque estos se gloriarían, simplemente en el título de cristianos, perseguirán continuamente a los cristianos fieles. Tales pertenecen a los miembros de la Iglesia de la misma manera, que la mala sangre está en el cuerpo.

Por tanto, si queréis seguir a Cristo, no os demoréis en llevar su cruz, tolerad a los pecadores, pero no cedáis a ellos. No dejes que la falsa felicidad de los malvados te corrompa.

Haces bien en despreciar todas las cosas por amor a Cristo, a fin de ser apto para su compañía.
- San Cesáreo de Arles (470-543)
Obispo de Arles y Padre de la Iglesia – (Sermones, 159).

Oh Dios, que nos alegras con la fiesta anual del bienaventurado Blas, tu mártir y obispo, concédenos misericordiosamente que, al venerar el aniversario de su martirio, también podamos regocijarnos en su protección.

Por Jesucristo, tu Hijo nuestro Señor, que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por los siglos de los siglos. Amén

La Bendición de las Gargantas es un Sacramental de la Iglesia, que se celebra en la festividad de San Blas.

Por intercesión de San Blas, obispo y mártir, que Dios os libre de las dolencias de la garganta y de todo otro mal.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén